Tradicionalmente, se ha creído que los piropos, el manosear a una mujer en espacios públicos o incluso llegar a grabarla, es algo folclórico o galante, algo que las mujeres tenemos que agradecer. Sin embargo, la realidad es que todo esto responde a un acoso
sistemático que las mujeres sufrimos en los espacios públicos desde una edad muy temprana.
Este trabajo trata de visibilizar el acoso sexual callejero que sufrimos las mujeres por el mero hecho de serlo, varias veces a lo largo de nuestra vida. Acoso al que se supone que no tenemos que responder y que nos tenemos que tomar como un halago.
Se nos ha hecho creer que cuando decimos no en realidad queremos decir sí y que tenemos que estar orgullosas